El viaje a Islas Feroe suele empezar en Vágar, y decimos suele porque los pocos cruceros y ferrys que arriban al archipiélago atracan en el puerto de la capital. Si el día está despejado, los minutos previos al aterrizaje son el primer regalo para la vista que te llevarás de tu paso por tierras feroesas. Es mejor que escojas el lado derecho del avión para ver desde la ventanilla una panorámica cenital de los escarpados acantilados y el infinito manto verde que viste cumbres y valles.

La mayoría de viajeros que llegan al pequeño aeropuerto acostumbran a pasar de largo e ir directamente a la capital de las Islas Feroe, Tórshavn. Nosotros optamos por quedarnos una noche en el único hotel que hay en la isla de Vágar (también te puedes alojar en dos bed & breakfast, un youth hostel, un camping y en casas particulares), pues teníamos muchas ganas de ir a Mykines y el barco que navega hasta allí parte del vetusto pueblo de Sørvágur.

Fotos de Islas Feroe, Sørvágur de fondo

Antes de tocar tierra sabíamos que las Islas Feroe eran un destino un tanto peculiar y poco habitado, pero nuestro paso por Vágar nos ayudó a hacernos una idea de lo que encontraríamos durante el resto del viaje. Solemos tomarnos con mucha calma las primeras jornadas de nuestros periplos, pero aquella tarde de domingo lucía el sol así que quisimos aprovechar el obsequio que nos hizo el astro rey para explorar una parte de la isla.

La tarea no se antojaba muy complicada, ya que sólo hay una carretera. Pusimos rumbo al oeste ataviados con botas de montaña y una chaquetita que nos resguardara de los 14 grados que marcaba el mercurio. Antes de divisar el primer pueblo descubrimos una de las señas de identidad del destino, las ovejas campando a sus anchas junto o sobre la carretera. No es que fuéramos a dormir, ni mucho menos, pero contar ovejas sería uno de los juegos que utilizaríamos para distraer a los niños en los trayectos en coche.

Fotos de Islas Feroe, prados y valle en Gásadalur

En un suspiro llegamos a Sørvágur y al ser domingo no había absolutamente nadie por la calle. En ese momento nos llamó la atención, pero fue el primero de los muchos pueblos fantasmas que nos encontraríamos durante el viaje a las Islas Feroe. Dimos un agradable paseo para desentumecer los músculos y para ver si encontrábamos algo de diversión para los peques. Hay veces que basta con muy poco, así que Teo y Oriol se dedicaron a tirar piedras al fiordo. Sólo escuchábamos el sonido de las gaviotas y el «chof» de los pedruscos sumergiéndose. Fue imposible no pensar en Aragorn ante las puertas de Moria regañando a los hobbits con aquello de «no molestéis al agua».

De Sørvágur  poco más que destacar. Tiene un par de pequeños museos, un supermercado y una cafetería que, por supuesto, estaba cerrada. No obstante, al ser el primer pueblecito en el que nos detuvimos nos encantó esa ristra de casas de colores que pintaban las orillas de un impresionante fiordo.

Fotos de Islas Feroe, Tindhólmur desde Gásadalur

Volvimos a tomar la carretera hacia el oeste e íbamos tan ensimismados con el paisaje que pasamos de largo el pintoresco poblado de Bøur con sus casitas cubiertas con tejados de hierba.  Unas cuantas ovejas y onomatopeyas después (oohhh! Miraaaaa! Alaaaaa!) divisamos Gásadalur, el pueblo más occidental de Vágar donde, además, concluye la carretera.

El enclave de Gásadalur es idílico. Como está ligeramente en alto tiene unas vistas privilegiadas del islote Tindhólmur, un saliente de rocas verticales dentadas que asemejan una mano surgiendo de las aguas. Si giras la cabeza hacia el otro lado divisas un valle precioso cuyo verdor es interrumpido por las granjas y casitas de colores. Sin duda, un entorno muy agradable para dar un paseo y eso es lo que hicimos. Por la zona hay una exigente caminata por el antiguo sendero del cartero pero viajando con los niños la descartamos.

Fotos de Islas Feroe, paisaje de Gásadalur

No obstante, los peques se inventaron un nuevo divertimento. Los verdes prados de hierba se convirtieron en un enorme tobogán en el que se revolcaron una y otra vez dando vueltas sobre sí mismos hasta que un ataque de risa les hacía detenerse. Entre vuelta y vuelta hicimos alguna incursión sobre los acantilados para ver si encontrábamos un salto de agua que nos habían dicho que se precipitaba sobre el mar. Ese día no tuvimos suerte, pero en el trayecto en barco hasta Mykines nos sacamos la espinita.

Aunque la latitud norteña de las Islas Feroe provoca que el sol no se esconda hasta la medianoche en verano, las nubes empezaron a hacer acto de presencia y decidimos retirarnos a descansar por si llovía. No había estado nada mal el botín de las primeras horas de viaje. Siempre le estaremos agradecidos a Vágar por ayudarnos a aclimatarnos al archipiélago. Sus ovejas, sus acantilados, sus fiordos, su naturaleza salvaje y sus pueblos fantasmas con casas de tejados de hierba… sin duda, una hermosa puerta de entrada.

Fotos de Islas Feroe, Teo, Vero y Oriol en Gásadalur

Al día siguiente nos esperaba Mykines y un viaje por el este de la única carretera de Vágar. En la parte oriental de la isla, lo más destacado es el espectacular lago Sørvágsvatn y Miðvágur y Sandavágur, dos poblaciones con «más servicios» y habitantes que pasamos de largo en varias ocasiones.

¿Quieres saber cómo nos fue por Mykines? Tendrás que esperar al próximo capítulo para descubrir que se siente al escuchar un aleteo de frailecillo a un palmo de tu nariz.

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Pau García Solbes
Soy periodista y bloguero de viajes profesional. Soy Licenciado en Ciencias de la Información en la especialidad de Periodismo. He trabajado y colaborado en numerosos medios de comunicación en temas relacionados con Internet, nuevas tecnologías y turismo. Además, soy co-autor del libro Viajar con niños, el manual para preparar tus vacaciones en familia de La editorial viajera.

15 COMENTARIOS

  1. ostras que pasada de islas!!

    el verano las quiero hacer en moto!!

    me encantaria ponerme en contacto contigo para que me informaras!

  2. Hombre, pues sí que es verdad que es un destino poco frecuentado, yo de hecho ni me sonaba el nombre, pero viendo sobre todo las fotos y lo que dices, me planteo seriamente una escapadita, parece un sitio precioso!!
    Un saludo y enhorabuena por tu blog!
    Te esperamos en el nuestro!

    • Bienvenidos a ‘el Pachinko’ y muchas gracias por vuestras palabras. Efectivamente el destino está poco frecuentado y todavía no muy explotado turísticamente, lo cual para mí es una delicia 😀

  3. Vaya paisajes de infarto!
    Tanto a las Feroe como a Islandia me apetecería mucho ir, y está entre los posibles para 2015 (para 2014 ya no, que acabo de regresar).
    Nunca he visto un frailecillo y los que fotografías en otro de los post, son una preciosidad!

  4. Veo que no hicisteis el antiguo camino del cartero. Hay unas vistas increíbles. Pero quizás mejor, porque con peques hubiera sido algo arriesgado. Aunque viendo lo aventureros que son igual….

    • Bienvenido a ‘el Pachinko’ David. Me inspiré en tus post para encontrar la cascada pero no lo logré, menos mal que luego la pude ver yendo a Mykines.

      Pasamos del camino del cartero, con los niños tan pequeños era complicado hacer caminatas tan largas.

  5. Madre mia, con ek calor que hace hoy en Alicante. ….esas islas son preciosas y las he descubierto gracias a ti, porque ni sabía de su existencia..

  6. Información Bitacoras.com

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