A pesar de que Bergen es célebre por su vertiente costera, su precioso barrio viejo y los fiordos noruegos, resulta muy interesante subirse hasta las alturas para comprobar su peculiar y hermosa fisonomía.
El monte Ulriken de 642 metros y el Fløyen de 320 metros son las opciones más próximas a la ciudad. Éste último tiene la gran ventaja de que el funicular Fløibanen parte desde muy cerquita del puerto, así que fue nuestro caballo ganador.
El billete de ida y vuelta del Fløibanen cuesta 80 NOK (10,35 euros). Los funiculares funcionan desde las 7:30 de la mañana hasta las 11 de la noche en invierno y medianoche en verano, así que tenéis margen de sobra para disfrutar de esta experiencia.
El paseo en funicular nos recordó bastante al del The Peak Tram de Hong Kong, es decir, un vehículo repleto de gente que se pone a casi 45 grados y que parece imposible que suba por esa pendiente. Pero lo consigue decenas de veces al día.
Una vez en la cumbre lo más interesante son los miradores que te proporcionan vistas panorámicas de la incomparable Bergen. Es aquí donde te imaginas a pintores y poetas intentando inspirarse ante tal belleza. Pinceles con colores muy vivos, sonetos cargados de figuras literarias que enamoran.
Los fiordos noruegos, las casitas de colores que lo salpican todo, el verde de las montañas y la vegetación. El Bergen a vista de pájaro no tiene nada que envidiar al Bergen terrenal.
Además de las vistas, destacaría del Fløyen, y de los noruegos, su sensibilidad hacia los más pequeños. La zona estaba repleta de espacios recreativos donde nuestro Teo lo pasó en grande persiguiendo a otros niños o dejándose columpiar por alguna amiga que acababa de conocer.
La zona cuenta con una cafetería, una tienda de souvenirs, y numerosos senderos que harán las delicias de aquellos que quieran andar un rato respirando aire puro. Se puede subir y bajar al Fløyen a través de estos caminos, aunque nosotros optamos por el funicular por falta de tiempo.
Sin duda, una experiencia muy recomendable si hacéis un viaje a Noruega con niños. Además, a los mayores os puede servir para orientaros mejor por Bergen.
El paisaje no puede ser más bonito, encima hacerlo en funicular de forma tan cómoda, mejor imposible 😀
Se nota que Teo se lo pasó pipa, no hay más que verle en las fotos.
Sí, Teo disfrutó muchísimo con la zona infantil y tonteando con su amiguita 😀
Qué bonito!!! qué bien se lo pasa Teo en los viajes, jejejeje, además que los países nórdicos son…. como estar en otro mundo.
El funicular es parecido al de Bilbao para subir al monte Artxanda, 🙂
Hace poco estuvimos en Bilbao con Teo, pero no subimos al Artxanda… habrá que volver.
Que preciosidad de paisaje, sin duda muy reconfortante el poder subir para ver la ciudad desde otro punto de vista
Es muy similar a lo de Hong Kong, pero aquí en vez de ver la jungla de asfalto ves las casitas de colores y los fiordos 😀
Encantador sitio! Yo llegué cuando empezaba a anochecer y no pudimos darnos una vuelta por el parque que hay arriba.. pero las vistas de la ciudad entrando en la noche fueron espectaculares.
Un saludo!
Qué envidia, los paseos nocturnos los echo mucho de menos desde que viajamos con el peque. Eso sí, madrugamos más 😀
Información Bitacoras.com…
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Me siguen fascinando lo verdes y bonitos que son todos los paisajes por el norte de Europa 🙂
En ese sentido lo de los fiordos es de escándalo. Tú has estado en Nueva Zelanda, así que me imagino que los paisajes serán similares